LA PAREJA Y LA SOMBRA
¿Sabías que no es casual que te sientas atraído por un determinado tipo de persona y no por otra?
¿Que tampoco es cuestión de buena o mala suerte que estés con la pareja con la que estás?
¿Sabías que tanto lo que te atrae de tu pareja como lo que más rechazas de ella lleva implícita una información tremendamente valiosa para ti?
¡Vamos a ello!
La relación que tenemos con nosotros mismos es, sin duda, la relación más importante y crucial de nuestra vida ya que es la única sin fecha de caducidad. A veces mirándonos con detenimiento nos damos cuenta que hay cosas en nosotros que necesitan un cambio o que nos gustaría mejorar y nos entregamos al proceso. En cierto modo esto nos ayuda a conocernos un poco mejor, pero la verdad es que hasta que no entramos en relación con los demás no nos hacemos realmente conocedores de nosotros mismos. Para lo bueno y para lo no tan bueno.
En este sentido la pareja se convierte en la piedra angular de las relaciones ya que es con quien más tiempo pasamos y donde se da un mayor vínculo a todos los niveles. Por todo ello es inevitable que tarde o temprano termine aflorando tanto la parte más luminosa y amable de nosotros, como la más sombría y que solemos tratar de no mostrar a otras personas.
Cuando en anteriores artículos hablábamos acerca de la sombra, nos referíamos a ella como a aquellas cualidades que me disgustan, que rechazo de mí mismo, o que por vergüenza escondo y que permanecen en ese baúl del inconsciente. Aunque creemos que “como no se ven, no existen”, tal contenido se manifiesta constantemente en nuestras relaciones a través de proyecciones, de juicios y de todo aquello que me molesta de los demás y que me resulta intolerable. Y la pareja suele hacer de diana donde proyectar todo este arsenal.
Todo eso que detestas de tu pareja, que para nada te gusta y que suele ser fuente de discusión, de alguna manera también está en ti, aunque no sea agradable reconocerlo. Pues la relación que mantienes con tu pareja no hace sino devolverte un reflejo de cómo está tu relación contigo mismo.
Por ejemplo: “No soporto que mi pareja no me prese atención, cuando yo estoy todo el tiempo tratando de complacerle y de hacer que se sienta bien”. En este caso puede que pienses que se trata de comportamientos contrarios pero, en realidad, se trata de lo mismo. Ese aspecto que detestas de tu pareja, la falta de atención, es un reflejo del mismo grado de atención que tú te estás prestando a ti mismo. Y es ahí donde hay que entrar a profundizar un poco más y de manera particular, aunque cabría preguntarse: ¿Te prestas atención a ti, a tus necesidades, a tus gustos, a tu vida? ¿O estás más pendiente de satisfacer las de los demás? ¿Consideras que es más importante tener contenta a tu pareja y evitar otros conflictos, aunque eso implique sacrificarte y dejarte en último lugar? ¿Qué buscas prestando ese exceso de atención? ¿Qué exiges al otro como condición para tu bienestar y tu felicidad?
En este baúl del inconsciente que llamamos sombra también se encuentra eso que tanto nos atrae de los demás, que nos encanta, pero que no reconocemos en nosotros. Centrándonos en la pareja serían aquellas cualidades por las que te sientes atraído, que te causan admiración… Lo que te enamora o te enamoró. Por ejemplo, puede que lo que más te guste de él o de ella sea su capacidad resolutiva, su seguridad, su entereza, su ternura, su sensibilidad, etc. Tómalo como un regalo; tu pareja te está mostrando a través de su reflejo esos atributos que también están en ti como potencialidad y que puedes animarte a desplegar. A su vez, esto te permitirá dejar de estar a expensas de recibirlo del exterior.
Para averiguar un poco más sobre el contenido de nuestra sombra te dejo algunas preguntas que pueden orientarte:
-¿Qué es aquello que no puedo soportar de mi pareja?
-¿Qué es lo que menos me gusta?
-¿Qué es lo que más me atrajo de mi pareja cuando lo conocí?
-¿Y lo que más me atrae a día de hoy?
Siendo lo más descriptivos posible y sin generalizaciones.
Por medio del reflejo recogido y, por supuesto, de indagar en ti, puede que descubras información importante para este momento de tu vida y para tu maduración personal. Incluso puede que de manera inevitable surja cierta comprensión hacia tu pareja.
No obstante, es importante aclarar que no tienes que aprobar o sostener vínculos si te has dado cuenta que ya no te benefician o si ponen en riesgo tu valía, tu salud o tu integridad como persona. Sin embargo, todo ello te estará ofreciendo una base más sólida para llevar a cabo los cambios que consideres necesarios.
También es interesante cuando hablamos de la pareja examinar qué sentimientos hemos albergado hacia la figura de nuestro padre y de nuestra madre, pues son nuestro primer referente de lo masculino y de lo femenino, respectivamente. ¿Con qué cualidades nos hemos identificado y cuáles han sido las que hemos rechazado de uno y de otro? El resentimiento hacia el hombre o hacia la mujer que hayamos podido cobijar durante nuestras primeras etapas del desarrollo repercutirá en las relaciones que establezcamos posteriormente con las parejas, repitiendo los mismos conflictos constantemente.
Y te preguntarás cuál es el objetivo de todo esto.
No es otro que dejar de percibir las relaciones que vivimos como un sinsabor o como una mala jugada del destino y atrevernos a mirarlas desde otro punto de vista, donde tomemos responsabilidad y salgamos del papel de víctima.
Que dejemos de asignarle papeles a nuestra pareja para los que no está destinada (hacerme feliz, completarme…) y la tomemos como lo que es, una gran maestra. Dure lo que dure, pues lo importante es la calidad del vínculo, lo vivido y lo aprendido.
A través de nuestras relaciones más íntimas la vida nos empuja a descubrir en nosotros maneras de ser y automatismos que, lejos de beneficiarnos, pueden estar suponiendo un impedimento para nuestro bienestar y el de nuestras relaciones. A que vayamos más allá de los juicios que hemos ido construyendo sobre nosotros y sobre los demás.
Nos invita a aprender a relacionarnos de una manera más consciente y más libre; nos invita, en definitiva, a aprender a amar.