NUESTRO DIÁLOGO INTERNO
Reconozco que este no es uno de los temas más fáciles de abordar en tan sólo unas líneas. Dado los múltiples aspectos que entraña y la amplitud del mismo, siempre nos van a quedar algunos interrogantes, así como el aspecto más personal y de vivencia directa en cada uno. No obstante, haremos un intento de acercamiento que pueda ofrecer algo de información al respecto. Me estoy refiriendo, obviamente, a nuestro diálogo interno.
Es probable que en alguna ocasión te hayas visto imbuído en un cúmulo de pensamientos, de los cuales no has sabido cómo salir y que por más que has tratado de resolver, más atrapado te has encontrado. Se trata de esa voz interna que todos tenemos que está constantemente “comentando el panorama” y a la que en ocasiones resulta difícil ponerle el botón “off”.
Mientras te duchas, cocinas, o de camino al trabajo, puede que dicha voz te recuerde lo injusta que está siendo la vida contigo; cómo te trató tal persona y lo que vas a decirle o deberías haberle dicho; tus deseos inalcanzados, lo que te falta, tus frustraciones, tu insatisfacción física… Lo feliz que serías con esa persona que ya no está, o con ese trabajo; te ridiculiza y te avergüenza internamente ante otros, o te recuerda aquella culpa enquistada de hace años que ya no sabes cómo sacarte de encima. La lista es muy variopinta e interminable. Quizás en estos breves ejemplos no mencione algo que directamente te suceda, pero sabes bien a qué me refiero. Lo común es que los escenarios que dibuja suelen ser bastante desalentadores.
Esta voz interna es como un “hilo musical de fondo” al que nos acostumbramos y que es tremendamente devastador si no tomamos conciencia de ello, puesto que despierta en nosotros emociones que muchas veces no sabemos cómo gestionar. Te sorprenderás si te digo que tenemos alrededor de 60.000 pensamientos diarios y que el contenido, básicamente, no cambia. Es decir, permanecemos dándole vueltas a las mismas historias día tras día y en consecuencia, el modo en que nos sentimos tampoco varía demasiado. Así, la mente pasa de ser un instrumento útil y necesario del que uno elige hacer uso en situaciones concretas, a atraparte y utilizarte a ti.
El problema radica en que nos identificamos con dicha voz y por tanto nos la creemos. Así, forcejeamos con ella haciendo lo imposible por acallarla, sin darnos cuenta de que luchar nos mantiene atrapados en el mismo juego. Empezamos a sentir ansiedad, agobio, frustración y lo único que deseamos es salir de nuestra cabeza aunque sea por un momento. Cuando no sabemos cómo lidiar con ello podemos recurrir al consumo de sustancias, de alcohol, a comer de manera compulsiva, nos mantenemos enganchados a las redes sociales, tratamos por todos los medios de estar con gente, nos volvemos adictos a la actividad, al ejercicio físico…, o a nuestra propia desdicha. Todo lo que evite estar en contacto con uno mismo y poner solución desde la raíz.
Ahora bien, hay buenas noticias. Esto no nos ocurre porque sí. Hay algo a lo que la propia evolución como seres humanos nos está llevando a tomar conciencia.
Debemos saber que gran parte del contenido mental al que tanta fidelidad guardamos forma parte de nuestra mente condicionada o cerebro primitivo. Ciertos códigos de conducta, experiencias dolorosas, dificultades, modos de pensar y entender la realidad han quedado grabados generación tras generación y están ahí con el único objetivo de protegernos ante las mismas dificultades que un día se vivieron. Es lo que “salta” como piloto automático a diario. Es importante entender el origen de gran parte de nuestras tendencias mentales, ya que son el filtro a través del cual leemos la realidad.
No se trata entonces de resolver este cóctel mental luchando contra él, pues estaríamos moviéndonos en el mismo nivel. Ya Albert Einstein dijo en su momento: “No podemos solucionar nuestros problemas con las mismas líneas de pensamiento que usamos cuando los creamos”.
Por ello, comienza por actuar de espectador de tu propio contenido mental. No entres en juicios de valor con lo que aparezca, por mucha urgencia que experimentes… Permítete observar tus propios pensamientos como quien observa los coches pasar por una carretera. No te quedas enganchado a uno o a otro, simplemente pasan. No te identificas con ninguno. Creas distancia. No sigues añadiendo más historias.
El hecho de haber creído ciegamente en el contenido de esa voz hace que tu malestar o bienestar dependa de su discurso y por tanto, quede condicionado. Así que, nota lo que produce en tu sentir (ansiedad, ira, abatimiento…) No lo reprimas ni trates de evitarlo por desagradable que te resulte, porque estarás añadiendo más conflicto. En vez de ello, puedes aprender a observarlo sin agregar más contenido personal, es decir, sin ponerle tus propias etiquetas: “no puedo escapar de esto”, “lo odio”, “me va a dar algo”…, etc. Simplemente siente esa oleada de sensación, de emoción a través del cuerpo y observa. No va a pasarte nada. Ponerle atención desde cierta distancia mental te ayuda a comprobar que esa emoción tal y como viene, se va. Dejas de estar atrapado. Poner el foco en una respiración pausada y tranquila puede ser de gran ayuda en este momento ya que contribuye a reducir la tensión fisiológica que puedas estar experimentando.
Comprende que detrás de todos esos pensamientos que parecen atraparte, suele haber una necesidad insatisfecha o una situación inconclusa y que normalmente no tiene que ver con el momento presente, aunque a simple vista te lo parezca. Hace más bien referencia a situaciones similares pasadas que quedaron “pendientes” y que, por tanto, siguen demandando tú atención hasta ser leídas con otros ojos, comprendidas y consecuentemente, resueltas.
Existen otras muchas estrategias complementarias que también pueden ser de gran utilidad. Por citar algunas: La relajación, el mindfulness, la visualización, la PNL (Programación Neurolingüística) y la Terapia Cognitiva, entre otras.
Espero que estas pinceladas puedan servirte de ayuda. Requiere valentía transitar por zonas “no agradables”. Estamos acostumbrados a escapar de lo que nos parece incómodo y molesto e ir en busca, únicamente, de lo que entraña satisfacción. Aun así, sabemos que la vida es una danza de opuestos y que es bueno saber transitar por ambos en el momento en que se nos presentan.
El precio: Tu libertad.