LA CREENCIA EN EL SACRIFICIO

 

Detrás del sacrificio siempre hay una búsqueda de amor.

En el fondo creemos y sentimos que tal como somos no valemos; que necesitamos hacer cosas fuera y que además conlleven esfuerzo para poder merecer algo. Entonces sí valemos. Entonces sí somos apreciados, queridos. Esta creencia está enterrada en nuestro inconsciente y la mayoría de nosotros, sin quererlo, realizamos sacrificios en nuestra vida cotidiana.

Dicha creencia asienta sus bases en la cultura judeocristiana de la que formamos parte, donde nos enseñaron que hay un Dios fuera que recompensa o castiga según nuestros actos. Y que cuando sufres y te sacrificas, eres premiado. O sea, cuando te dejas por el camino. Extraña paradoja, pero como decimos, está sepultada en algún lugar de nuestro inconsciente tras muchas generaciones y puede ser que ni siquiera nos la cuestionemos. Tal información a su vez fue transmitida por nuestros padres en la infancia, con su mejor intención, tratando de adecuar nuestras conductas a la sociedad. Y fuimos valorados cuando hacíamos cosas que les agradaban o consideraban correctas, más allá de que no formaran parte de nuestra naturaleza, pero que eran recompensadas con atención y muestras de cariño. Aprendimos poco a poco que estaba bien dejarnos de lado y poner el foco fuera.

La verdad es que la creencia en el sacrificio es una creencia falsa y la puerta de acceso a muchos de nuestros sufrimientos en nuestra vida diaria. Puesto que cuando me sacrifico estoy haciendo algo que en realidad NO quiero hacer, pero me obligo a ello con la idea ilusoria de que en algún momento seré recompensado. Es decir, pienso una cosa, siento otra, y hago otra totalmente diferente. Estoy siendo incoherente. Y la incoherencia es falta de responsabilidad con uno mismo. ¿Qué ocurre entonces?  Si yo no asumo mi responsabilidad, automáticamente la pongo fuera. Haré responsable a otro de darme aquello que yo no soy capaz de darme a mi mismo, mientras espero de brazos cruzados. Una manera muy sutil de manipulación...

Es importante darnos cuenta de que siempre que pongamos nuestra valía fuera de nosotros mismos comenzamos a depender del exterior. ¡Y ahí comienza la función! Pues si algo es cierto es que la vida es cambio. Por tanto… ¿Cómo asegurarnos el cariño y el valor en un mundo externo cambiante por naturaleza?

Debemos de reconsiderar el ... ¿Quién soy? Y de esta manera elegir de nuevo, cuestionando el concepto que tenemos sobre nosotros mismos. Debemos apostar por nuevas formas de ver y entender la vida que nos sean más funcionales. Al final, la creencia en el sacrificio es sólo eso: una creencia. Y como tal, se puede cambiar. No hay creencias verdaderas o falsas, sino más o menos útiles y adaptativas para la realidad y el momento de cada uno. Cuando comprendo que ya valgo, sin añadiduras, me desprendo de la necesidad de buscar fuera lo que ya está en mí.