¿POR QUÉ ME SIENTO ASÍ?

 

Voy a presentarte a tu Yo químico.

Tal vez no sabías que existía, pero pronto te darás cuenta de ello ya que es el resultado final de una serie de procesos, obviamente químicos, que activas en todo tu cuerpo con tu habitual manera de pensar y de sentir. En él encontrarás claves para entender por qué te sientes como te sientes en determinadas circunstancias y podrás, por tanto, tomar las riendas para llevar a cabo cambios internos que te permitan generar circunstancias más favorables.

Tu manera de pensar es crucial. Me refiero con ello a tus pensamientos, a tu diálogo interior. Ya comentamos en un artículo anterior que todos tenemos un voz interna que constantemente comenta todo lo que vivimos. A veces es un torbellino y cuesta acallarla; otras nos culpa, nos sume en la tristeza o nos llena de furia… Normalmente, si no estamos entrenados, no suele ser demasiado alentadora. Imagino que te sonará.

¿A dónde quiero llegar con esto?

En las últimas décadas se ha descubierto que el cerebro y el resto del cuerpo interactúan mediante potentes señales electroquímicas. Es decir, que cuando pensamos nuestros pensamientos no caen al vacío. El proceso sería el siguiente: cada vez que tienes un pensamiento en tu cerebro se da una reacción bioquímica generadora de sustancias químicas que se envían al cuerpo y que actúan a modo de mensajeras de dichos pensamientos. Cuando el cuerpo recibe estos mensajes químicos del cerebro responde instantáneamente activando una serie de reacciones que coinciden con lo que estás pensando. Acto seguido, el cuerpo le envía al cerebro un mensaje confirmándole que ahora se siente exactamente como el cerebro está pensando.

Ya no hay duda de que tenemos un papel fundamental en lo que sentimos y que tiene mucho que ver con la historia que nos contamos con respecto a los hechos que vivimos. Quiero recalcar que no estamos cuestionando ni entrando en juicios de valor acerca de la circunstancia concreta que podamos estar atravesando: un despido de trabajo, una ruptura sentimental, una pérdida importante, una enfermedad… Los acontecimientos dolorosos o inesperados, así como los contratiempos diarios, forman parte intrínseca de la vida, están ahí y NO tenemos control sobre ellos. A lo que hacemos referencia aquí es a lo que yo me estoy contando en relación a todo eso que vivo. Esto es lo que marca la diferencia. Empezar a hacerse cargo de esa historia tan personal con todos sus matices, colores y sombras supone ejercer la madurez.

Contarme mentalmente que: “estoy acabado”, “que no soy capaz”, o “que no voy a poder salir de esta”, hace que nuestro cerebro genere unas sustancias químicas en consonancia con tales pensamientos, que terminan por hacer que nos sintamos devastados física, mental y emocionalmente. Esto, a su vez, nos impide estar en unas condiciones óptimas para tomar decisiones adecuadas o para buscar soluciones. En cambio, aceptar y reconocer el hecho como lo que es, sin más aderezo de interpretaciones personales (por doloroso que parezca) nos va a facilitar mantenernos en un estado más propicio para afrontar eficazmente tanto las dificultades específicas que atravesemos, como el resto de áreas de nuestra vida.

Imagínate cómo sería si esa voz estuviera entrenada para alentarte en los momentos más bajos, para darte ese empujón de valentía y coraje cuando lo requieras, o para arrullarte cuando más decaído estés… Que en vez de ser tu peor enemigo, se convirtiera poco a poco en tu mayor soporte.

Recuerda que se trata de una elección: puedes pensar de manera tal que literalmente te hundas, o aprovechar la oportunidad para ver qué me puede estar mostrando esta situación acerca de mí y de mi vida, de dónde había colocado mis límites, de aquellos aspectos que tal vez ya no funcionen y que requieren cambios y de decidir qué estoy dispuesto a hacer para darle una salida efectiva a todo ello.

Requiere entrenamiento, está claro. Al igual que por salud ejercitamos nuestro cuerpo por ejemplo yendo al gimnasio o practicando deporte, la mente también necesita entrenarse y los beneficios que de ello se obtienen son igualmente incalculables.

Hay un grueso de pensamientos que son casi automáticos y que muchas veces nos pasan desapercibidos por la conciencia haciéndonos sentir en milésimas de segundos perturbados o invadidos a nivel emocional. Esto tiene que ver con nuestra información transgeneracional. La epigenética nos muestra que al igual que heredamos información relativa a los rasgos físicos, también portamos en nuestro ADN información relacionada con todas aquellos traumas, dificultades que conllevaron una importante carga de estrés, o conflictos no resueltos por generaciones anteriores a la nuestra. Todo esto tiene un fin básico: La supervivencia. Es decir, evitar que aquello que en el pasado se vivió con dolor, dificultad y sufrimiento vuelva a repetirse. Son este tipo de pensamientos lo que suelen asaltarnos de manera cotidiana en un intento de “protegernos”.

A través de un proceso de introspección podemos acceder a dicha información para re-significarla y darle una salida diferente a la que en su momento se le dio, permitiéndonos así la posibilidad de elegir hoy la manera en la que queremos vivir. Aquí, el acompañamiento terapéutico es siempre una herramienta de gran ayuda.

Pero puedes empezar por estar atento a la historia que te cuentas y observar: ¿qué te dices?, ¿cómo te lo dices?, ¿qué crees acerca de ello?, ¿cómo te hace sentir eso que te cuentas?, ¿qué consecuencias tiene para tu vida pensar así?

Y cuestionarlo: ¿existen otras maneras de verlo?, ¿cómo vería el mismo hecho otra persona?, ¿qué te diría alguien cercano y querido por ti, en relación a esa circunstancia que estás atravesando?, ¿qué podrías aprender de esa particular manera de verlo y que podría ser de utilidad para ti en estos momentos?