LAS CREENCIAS: SOPORTE DE NUESTRA VIDA

 

Tenemos creencias acerca de todo lo que puedas imaginar.

Creencias sobre nosotros mismos, sobre nuestra identidad, sobre nuestra capacidad, sobre nuestra valía, sobre nuestro papel en la familia, sobre los demás, sobre el mundo y su funcionamiento, sobre la sociedad, la cultura, la pareja, el hombre, la mujer, sobre los valores, etc.

Pero ¿qué son realmente las creencias, para qué nos sirven y dónde radica su importancia?

Las creencias son interpretaciones, resúmenes o conclusiones a las que llega nuestra mente, basadas en nuestras experiencias pasadas y, que a su vez, influyen en nuestras experiencias presentes y futuras creando la realidad que vivimos.

Digamos que son algo así como “atajos” que nos sirven para tomar decisiones rápidamente ante las circunstancias, sin tener que pensar en exceso. Y esto es así por una razón meramente adaptativa. Ante la enorme cantidad y variedad de estímulos a los que nos enfrentamos diariamente, nuestro cerebro no puede procesar con detalle toda la información cada vez y decidir qué es peligroso, qué no lo es, qué es útil, qué nos conviene y qué no, en el menor tiempo posible y además dar la respuesta más adecuada al medio. Para ahorrarnos todo este proceso el cerebro ha ido sacando conclusiones en base a las circunstancias vividas desde que nacimos, que quedan registradas a nivel neurológico y que le permite responder ante situaciones que percibe e interpreta como parecidas. Esto son las creencias: “nuestra verdad”. Como vemos, NO se basan en un sistema de ideas lógico, pues su función no es coincidir con la realidad, sino servirnos de ayuda en la toma de decisiones.

La mayoría de nosotros no elegimos nuestras creencias de una manera consciente, de hecho el gran grueso de ellas se localizan a nivel inconsciente, sobre todo aquellas que nos avergüenzan o nos hacen daño. Existen creencias que aprendimos desde momentos muy tempranos de nuestra infancia, ya que la mayor parte de las conexiones neuronales se establecen desde que nacemos hasta los 7 años. Justamente es en este periodo de tiempo cuando el lugar que ocupamos en nuestra familia, la influencia de nuestro entorno y las primeras experiencias de vida adquieren gran relevancia, dibujando la red de conexiones que marcarán gran parte de nuestra existencia.

Resaltar que no existen creencias mejores ni peores, sino aquellas que nos son de mayor o de menor utilidad. Por tanto, están las creencias que nos empoderan y las que nos limitan. A estas últimas las denominamos creencias limitantes y son una percepción de la realidad construida en base a tu experiencia, que hacen que interpretes de una manera distorsionada limitando tu potencial e impidiendo que alcances aquello que deseas.

Las creencias actúan como un filtro neurológico, a través del cual, todo se ve prácticamente igual independientemente de dónde nos encontremos. Así, de acuerdo a mi creencia, mi atención estará enfocada por completo en encontrar las situaciones y los detalles (por mínimos que sean) que la ratifiquen, convenciéndome a mí mismo de que “mi verdad” es la verdad.

Por ejemplo, una persona que tiene la siguiente creencia: “No valgo lo suficiente”. Quizás en su entorno familiar, desde pequeño, hayan sido muy exigentes con él/ella y que hiciera lo que hiciera percibía que nunca era suficiente para sus padres, instándole a que siempre podía conseguir un poco más y, por ello, sin recibir el reconocimiento que esperaba. En un momento determinado y ante repetidas circunstancias similares, llega a la conclusión (creencia) de que no es suficiente. Más allá de que esto no sea esencialmente cierto, él/ella lo vive como su realidad particular. Al cabo de los años, esta creencia puede estar afectándole en cualquier área de su vida. Tal vez desaproveche oportunidades de trabajo que realmente le gustan porque no siente estar a la altura, o que se entorpezca a sí mismo/a en el desempeño de tal labor. Puede que le pase factura a la hora de encontrar pareja, en las relaciones sexuales, o incluso que llegue a soportar relaciones interpersonales tóxicas o insatisfactorias, justificando que no va a encontrar nada mejor; pues su sentido de sí mismo/a es: “No valgo lo suficiente”.

La importancia de todo esto radica en que las creencias son como el motor que mueve todas y cada una de nuestras acciones y, por lo tanto, se encuentran detrás de las experiencias que diariamente vivimos. Por eso, si estamos transitando circunstancias desagradables una y otra vez, bien sea en el trabajo, en la pareja, en la familia…, debemos de preguntarnos qué creencias están sosteniendo la realidad que experimentamos.

Es primordial saber que mientras tengamos las mismas creencias, obtendremos los mismos resultados. Así como que las creencias NO son algo inamovible. Siempre tenemos la oportunidad de revisarlas y llevar a cabo los cambios y ajustes necesarios que nos permitan vivir realidades diferentes, en mayor sintonía con quien ahora somos y con lo que realmente queremos. Es decir, ACTUALIZARLAS.

A través del trabajo terapéutico, podemos acceder a la creencia germen que está ocasionándonos bloqueos en una parcela determinada de nuestra vida, descubrir la emoción que la sustenta y a través de un proceso de comprensión y reencuadre, elegir de nuevo. En definitiva, el propósito de un proceso terapéutico no es sólo lograr una comprensión, sino que la persona alcance su propia autonomía y capacidad de autogestión.